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Obesidad y reumatología

Obesidad y reumatología

El impacto del sobrepeso y la obesidad en el mundo desarrollado es indiscutible y en los últimos 20 años hemos visto como aumentan las cifras tanto en niños como en adultos. Por ello, queremos hablar de obesidad y reumatología.

La obesidad causa importantes patologías, comenzando su influencia desde la niñez, que continúa y se intensifica hasta la vida del adulto. Estos problemas incluyen diabetes tipo 2, síndrome metabólico, enfermedad cardiovascular, enfermedad pulmonar, apnea obstructiva del sueño, baja autoestima, sobrecarga del aparato locomotor y depresión.

Además, el exceso de peso unido a una dieta incorrecta puede causar carencias de vitaminas, proteínas, desbalances hormonales y sobrecarga física que pueden afectar la salud musculo-esquelética global, llevando a posibles deformidades adquiridas, mala postura corporal, dolor y potencialmente una movilidad limitada que impactará en la vida de adulto.

Consecuencias de la obesidad

Las repercusiones físicas (mecánicas) de la obesidad en el aparato locomotor son un problema bien conocido.

Se producen por una sobrecarga de peso en las articulaciones, tendones, ligamentos y tejido blando circundante principalmente en la columna lumbar y extremidades inferiores, unido en casi todos los casos a una pobre masa muscular y unos tejidos blandos que están poco desarrollados y poco flexibles.Todo conduce a dolor, sensación de tumefacción y finalmente deformidad articular por compensación.

Son los pies, las rodillas y las caderas los que se ven directamente afectados. Al nivel de la columna dorsal baja y la columna lumbar encontramos que un abdomen globuloso empuja de las vértebras más bajas hacia adelante que, unido a una pobre musculatura paravertebral, aumentan la curvatura normal de la columna. Ésta finalmente altera la mecánica de las estructuras de carga, llevando a dolor recurrente, ciáticas de repetición y contractura que dificulta la respuesta a las diferentes terapias que podemos ofrecer.

También existe un efecto inflamatorio que cada vez suscita más interés y en los últimos años la evidencia científica sugiere que la obesidad se asocia o favorece un proceso inflamatorio sistémico en el cuerpo y, de hecho, se ha considerado a la obesidad como una patología inflamatoria crónica.

Se caracterizaría por elevación en los niveles plasmáticos de citoquinas proinflamatorias como el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-alfa), la interleucina 6 (IL-6) y los reactantes de fase aguda como la proteína C reactiva (PCR). Estas sustancias dentro del organismo están implicadas en el origen de muchas enfermedades tanto endocrinas como del sistema inmune. Respecto a estas últimas, la obesidad no es que sea causa de alguna de nuestras enfermedades reumáticas autoinmunes, pero sí parece predisponer a un ambiente donde se dé con mayor frecuencia la probabilidad de desarrollarlas. Y de lo que ya no cabe ninguna duda es que los pacientes obesos que asocian una enfermedad autoinmune o inflamatoria son mucho más difíciles de controlar, presentan brotes inflamatorios más severos y suelen precisar una mayor dosis de fármacos. Esta menor respuesta a fármacos en pacientes obesos incluso a tratamientos tan potentes como las terapias biológicas anti-TNF ya ha quedado demostrado en algunas de nuestras enfermedades como las espondiloartritis. Influencia que incluso supera claramente a otro hábito tan pernicioso como el tabaquismo.

Además, este estado inflamatorio crónico asociado con la obesidad ha sido propuesto como nexo de unión con varios desórdenes asociados a la misma como la resistencia a la insulina, la dislipemia, las patologías vasculares y la alteración en la función hepática llevando a desarrollar el denominado Síndrome Metabólico. Éste nos dificulta el tratamiento del paciente, ya que, para entenderlo, sería como un sistema sobrecargado desde el inicio que tolera peor cualquier intervención medicamentosa por sencilla que parezca. Además, el síndrome metabólico aumenta la probabilidad de que el paciente comience a estar “polimedicado” para poder controlar los diversos problemas médicos antes mencionados, como hipertensión arterial, diabetes, hipercolesterolemia, hiperuricemia, entre otros.

Así que piensen en ello cuando insistimos en recomendar llevar un estilo de vida cardiosaludable. Con una alimentación más sana y natural, libre de tóxicos, con una adecuada ingesta de agua, actividad física a diario y prácticas como la meditación o el mindfulness nos va a llevar, seguramente a un estado de salud más óptimo y si se presentan enfermedades poder enfrentarlas mucho mejor.

Fotografía de rawpixel.com de Freepik.

Fotografía de portada de Edgar Castrejon en Unsplash.

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