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Una mirada interior en tiempos de Covid-19

Una mirada interior en tiempos de Covid-19

En marzo del 2020 nos llegó una pandemia. Muchos expertos ya habían anunciado que podría ocurrir. Inquietantes razones que sólo impresionaban de conjeturas con tintes sensacionalistas. La principal, sin embargo, era que en la época de globalización que históricamente estamos viviendo, las posibilidades de una rápida dispersión entre la población de nuevos gérmenes infecciosos era inevitable. Avanzamos como civilización sí, pero nadie nos dijo que sin dificultad.

El camino no está hecho, sino que vamos haciendo camino con sudor, lágrimas y, lamentablemente, sangre.  Estamos haciendo historia y nadie tiene la verdad absoluta para explicar lo que está ocurriendo. Y una pandemia se comporta posiblemente como las anteriores que hemos sufrido y las futuras que vendrán. Aunque toda afirmación categórica debe considerarse presuntuosa y arriesgada, si además no ajustamos las predicciones al momento histórico particular. Porque también sufrimos una pandemia con una novedad, su vacuna.

Y resultó que desconfiamos de las brillantes soluciones que ofrece la ciencia que nos ha traído los grandes avances del mundo moderno. Una desconfianza que, aunque se puede entender desde la perspectiva de la crítica y la libertad de expresión pública propias de la sociedad occidental (en otras sociedades el individuo hace lo que se le dice sin rechistar), no es menos cierto que se acompaña de ciertos rasgos paranoides que atacan el entorno científico del que resulta que ahora muchos desconfían.

Superando ola tras ola

En este contexto, vamos superando una ola tras otra ola y que, sin dejarnos invadir por un optimismo alentador, impresiona que éstas últimas podrían ser las mareas residuales del gran Tsunami inicial. Pero lo cierto es que la esperanza de que la Covid 19 se quede como una causa de cuadro gripal estacional no parece tan sencilla como muchos pensábamos hace unos meses. En esto, como en todo, iremos viendo y haciendo camino.

Independientemente de cómo evolucione finalmente esta pandemia y sus vacunas, lo que ha supuesto la Covid para muchas personas estos dos años es difícil resumirlo en unas palabras.

Para comenzar, ya no podemos ver lo que ha supuesto la pandemia para aquellas personas que ya no pueden ver nada; porque se nos han marchado. Es imposible no tener conocidos, familiares o pacientes que desgraciadamente nos han abandonado tempranamente. Miramos hacia ellos y los recordamos.

Pero también hemos visto a muchos de nuestros compañeros que nos han dejado. Os echamos de menos.  La mortalidad de los sanitarios en esta pandemia es un tema triste e incómodo dando la impresión de que no se quiere hablar demasiado de ello. Como de las condiciones laborales y contractuales en las que estuvieron trabajando y asombrosamente se sigue trabajando ahora. Miramos hacia ellos y los recordamos.

Confinamiento

También hemos visto cómo nos encerrábamos en nuestras casas, habitaciones o baños, muchos aislados un tiempo infinito, sintiéndonos como apestados por habernos contagiado. Una sensación de culpa que sigue durando hasta el día de hoy en muchas de las personas que se siguen contagiando. Como si no hubieran seguido las normas, hubieran sido unos despreocupados o unos irresponsables. No nos quitamos la culpa ni aún en tiempos de pandemia.

Vemos cómo nos hemos dejado cientos de horas teletrabajando; pero siempre acompañado de una incómoda sensación de incertidumbre del horizonte laboral. Porque muchos han podido volver a sus puestos de trabajo pero otros lamentablemente lo han perdido, primero temporalmente y luego definitivamente. Miramos hacia ellos y les deseamos lo mejor en el futuro, animándolos a recordar que cuando una puerta se cierra, diez se abren y que de las desgracias surgen las oportunidades si nos adaptamos y sabemos resurgir de las cenizas.

Miedo

Y nos miramos a nosotros mismos, recordamos lo asustados que hemos estado, el miedo a contagiarnos, el terror y la culpabilidad de contagiar a nuestros seres queridos, recordamos los momentos de confinamiento donde surgía en nuestros pensamientos la importancia de las cosas básicas de la vida: salud, amistad, familia y espacio y aire limpio, fresco para respirar. Poco más.

Recordamos las promesas que nos hicimos de cambiar, de simplificar, de que no volvería a ser como antes cuando en encierro de esta nueva peste moderna terminase. Y llegó el fin del confinamiento y la vuelta a la nueva normalidad. Y las sucesivas olas lo único que han conseguido ha sido arrastrar hacia el olvido todas aquellas promesas que hicimos.

Da la impresión de que rápido todo lo olvidamos.

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