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RESPIRAR

RESPIRAR

Respirar, porque todo comienza respirando. Cuando nacemos, nos acercamos únicamente para escuchar como el recién nacido realiza sus primeras inhalaciones para luego espirar todas esas primeras bocanadas de aire transformadas en llantos. Entonces toda va bien. Es una canción a la vida que reivindica la nueva presencia de un recién llegado al mundo.

Y todo termina respirando. Nos vamos definitivamente de este mundo cuando exhalamos el último aliento y finaliza todo movimiento. Quietos nos despedimos de nuestro corto y más o menos intenso viaje por este intervalo de tiempo y momentos que llamamos vida.

La respiración lo es todo. Es el comienzo, es el fin, es el ir avanzando y la mayoría de nosotros lo hacemos pasiva, inconscientemente, dejándonos llevar. Pero si ponemos atención a este movimiento nuestro del respirar, entonces nos encontramos que tenemos una herramienta fundamental para tomar conciencia de una serie de realidades de la vida que no deberíamos dejar de pasar desapercibidas.

Cualquiera de nosotros debe tomar prestados unos minutos al ajetreo cotidiano, distanciarse en un rincón tranquilo y sentarse a respirar. Únicamente tomar conciencia consciente de la respiración. Y tranquilizarla suavemente hasta conseguir la sensación de que un ligero hilo de seda acaricie nuestra nariz en la inspiración y el cuerpo se deje mecer suavemente como las olas que acarician acompasadamente las orillas de los mares. Entonces todo comenzará a ir bien.

Respirar conscientemente es el instrumento que tiene el cuerpo humano para controlar los pensamientos. Guárdate de lo que piensas, pues eso eres, eso atraes, eso construyes. Respirar es la herramienta para comenzar a conocer a nuestro ser interior. Y para controlarlo. Respirar conscientemente es un masaje a las vísceras, a las entrañas, a los músculos, sin necesidad que nadie más te relaje salvo uno mismo.

Respirar conscientemente es el instrumento para apaciguar los pensamientos, que son los que no nos dejan disfrutar del mar en calma que llevamos dentro. No hay religión, creencia, técnica meditativa que no busque otra cosa que usar la respiración como el medio físico que tiene el ser humano para adentrarse y buscar esa calma que llevamos dentro y que la vida cotidiana y la inagotabilidad de los pensamientos desordenados nos impide descubrir en nosotros mismos.

Respirar conscientemente nos obliga a tener unos minutos de calma. Nos ordena la vida si lo hacemos constantemente. Es una rutina francamente saludable.

Respirar conscientemente nos ayuda a comunicarnos con nosotros mismos. A conocernos. A descubrir nuestras debilidades y a visualizar como superarlas.

Respirar conscientemente tranquiliza nuestras pulsaciones, nuestra tensión arterial, nuestra ansiedad, nuestras secreciones internas. Nos ayuda a facilitar la capacidad autorreguladora del cuerpo que muchas veces se encuentra desbordada de tantos excesos.

Respirar conscientemente nos ayuda a ver las cosas tal y como realmente son, no como nuestros pensamientos las distorsionan.

Respirar conscientemente nos ayuda a hacer frente a la enfermedad, a las adversidades de la vida. A ver las fortalezas y no las debilidades. A encontrar soluciones.

Aprender a respirar es sencillo. Únicamente requiere constancia y perseverancia. Y como la música y los idiomas, cuanto más pronto se aprenda, más incorporado queda este conocimiento en la persona para que lo utilice a lo largo de la vida como mejor le convenga

Aprender a respirar es fácil. Os animamos a descubrir este camino un ratito todos los días. En soledad o en un grupo con las mismas afinidades o creencias. Lo importante es la constancia y la perseverancia. Y no debemos desesperar porque sucumbamos a las primeras de cambio a la ansiedad y a los pensamientos que surgen en cuanto nos ponemos en silencio. Pues eso es lo normal. Ya se irá silenciando ese elefante, esa loca de la calle que llevamos dentro. Hay que aguantar, perseverar y continuar.

Respirar conscientemente es el mapa que poseemos para guiarnos hacia el silencio donde todo se encuentra. Es la puerta de entrada y la de la salida.

Foto de Alex Bertha en Unsplash

 

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